La enfermedad de Parkinson es un trastorno progresivo del sistema nervioso que afecta al movimiento. Se desarrolla gradualmente, comenzando a veces con temblores, que son el signo más común de esta enfermedad. También suele causar rigidez o ralentización del movimiento.
Cuidar de alguien que ha sido diagnosticado con Parkinson involucra una serie de desafíos y retos que, conforme avanza la enfermedad, se van transformando. No obstante, algunas de las recomendaciones se mantienen a lo largo de todo el proceso.
Aunque la enfermedad no tiene cura, los medicamentos pueden mejorar notablemente los síntomas.
Los síntomas y signos de la enfermedad de Parkinson varían de persona a persona. A menudo comienzan en un lado del cuerpo y generalmente empeoran progresivamente en ese lado, incluso después de que los síntomas comienzan a afectar a ambos lados.
En las primeras etapas de la enfermedad de Parkinson, es posible que el rostro del enfermo muestre poca o ninguna expresión, o que sus brazos no se balanceen cuando camina. Su habla puede volverse suave o arrastrada. Los síntomas de la enfermedad de Parkinson empeoran a medida que su condición progresa con el tiempo:
Generalmente comienza en una extremidad, a menudo mano o dedos. Se puede advertir un frotamiento de los dedos pulgar e índice y/o un temblor de la mano cuando está en reposo.
Con el tiempo, el Parkinson puede reducir la capacidad para moverse y ralentizar su movimiento, haciendo que las tareas simples sean difíciles y lentos. Sus pasos pueden acortarse cuando camina, o le puede resultar difícil levantarse de la silla. Además, puede arrastrar los pies mientras intenta caminar, lo que dificulta su movimiento.
La rigidez muscular puede ocurrir en cualquier parte del cuerpo. Esta rigidez puede limitar el rango de movimiento y causar dolor.
La postura del enfermo puede quedar encorvada y presentar problemas de equilibrio como resultado de la enfermedad de Parkinson.
La enfermedad de Parkinson reduce la capacidad para realizar movimientos inconscientes, como pestañear, sonreír o balancear los brazos al caminar.
Una persona con Parkinson puede aminorar su tono de voz, hablar rápidamente, hablar mal o vacilar antes de hablar. Su discurso puede ser más monótono. Por otro lado, la escritura también podría dificultarse y parecer pequeña.
Debido a la enfermedad de Parkinson, ciertas neuronas en el cerebro se descomponen o mueren gradualmente. Muchos de estos síntomas se deben a dicha pérdida de dichas neuronas que producen dopamina.
No hay una causa específica pero existen varios elementos que intervienen en la aparición de esta enfermedad, así como factores de riesgo.
Los adultos jóvenes rara vez experimentan la enfermedad de Parkinson. El riesgo aumenta con la edad. Las personas generalmente la desarrollan alrededor de los 60 años o más.
Tener un pariente cercano con la enfermedad de Parkinson aumenta las probabilidades de desarrollar la enfermedad. Sin embargo, a menos que tengas muchos familiares con Parkinson, el riesgo sigue siendo menor.
Los hombres son más propensos a desarrollar la enfermedad de Parkinson.
La exposición continua a herbicidas y pesticidas puede aumentar ligeramente el riesgo de padecer Parkinson.
La enfermedad de Parkinson suele ir acompañada de otros efectos colaterales:
A veces lleva tiempo diagnosticar la enfermedad de Parkinson. Los médicos pueden recomendar citas de seguimiento regulares con neurólogos especializados en trastornos del movimiento para evaluar su condición y síntomas por un tiempo, para así poder hacer un diagnóstico certero en función del historial médico, una revisión de signos y síntomas, además de un examen neurológico y uno físico.
También podrían llevarse a cabo exámenes de laboratorio y gabinete para descartar otras afectaciones.
Aunque muchas familias sospechan durante años que algo está mal, el diagnóstico oficial de la enfermedad de Parkinson puede impactar fuertemente y probablemente surjan las siguientes preguntas:
Todas éstas son preguntas válidas. Porque, aunque se realicen tomografías y estudios para el diagnóstico, no existe uno que sea definitivo. Acudir a neurólogos especialistas en Parkinson puede ser una buena idea para una segunda opinión.
No obstante, una vez confirmado el diagnóstico, ¿qué prosigue?
Cuando un ser querido es diagnosticado con Parkinson, probablemente tu vida cambiará de un día a otro. Cuidar de esa persona es algo completamente nuevo, pero también involucra un proceso al que te puedes acostumbrar.
Aunque es difícil definir tu rol en el cuidado, así como tu involucramiento y las responsabilidades que debes tener, busca apoyo en tu familia para encontrar un balance entre vida y trabajo, y priorizar tus propias necesidades.
Para una persona con Parkinson y su familia, tener una conversación con un especialista en cuidados o un enfermero puede ser muy útil. Esta persona probablemente ya pasó por muchas situaciones similares a las que se enfrentarán, por lo que les podrá hablar sobre lo que pueden esperar y hacer en cada etapa de la enfermedad.
Conforme la enfermedad avance, debes conocer más sobre lo que puedes hacer para cuidar a tu ser querido. Lee y anticípate a cada una de las etapas para que puedas tomar decisiones informadas y proveer soporte físico y emocional en el futuro.
El Parkinson impacta a cada persona de forma diferente, por lo que no existe un método correcto para cuidar a quienes lo padecen. Sin embargo, existen formas de comenzar el proceso:
La enfermedad de Parkinson es un desorden progresivo y la velocidad con que se complique puede ser crítica en la vida del paciente y quienes lo acompañan. Encontrar especialistas que lo diagnostiquen y lo apoyen correctamente por todo el proceso es esencial.
En Hospital San Ángel Inn, contamos con expertos en cada área médica y con la mejor tecnología para guiarte por el proceso de ésta y otras enfermedades. ¡Conócenos!